sábado, 19 de noviembre de 2011

Envidia





Los cipreses no me gustan.
Les he descubierto ojos entre las ramas, ojos de esos que miran sin ser vistos.
Es genético el gusto que tienen por vivir alineados en los paseos de los camposantos. Erguidos y morbosos contemplan con cinismo a los acompañantes de los entierros, como si conocieran la fecha en la que éstos serán los protagonistas. Su única misión es esperar...Y esperan pacientemente, viendo crecer la hierba entre las separaciones de las tumbas, cubrirse de musgo las lápidas orientadas al norte y ennegrecerse a los grandes ángeles custodios, que ya se han quedado sin ocupación.Son resistentes. No les daña el Sol ni la lluvia escasa. Acaso les moleste el viento, pero lo soportan con el estoicismo propio de su especie.
Los cipreses no me gustan. Como no me gustan las personas que me los recuerdan, que las hay. Esas que esconden los ojos cuando te hablan, las que te vigilan sin ser vistas, las que son capaces de aguantar todo el tiempo que haga falta, hasta que ven pasar tu cadaver.
Es muy duro para los cipreses que otro árbol les haga sombra.

2 comentarios:

  1. Me gusta tu estilo ... no me había dado cuenta que los cipreses tienen ojos!

    ResponderEliminar
  2. Gracias Sara. Cuando encuentres a alguien que no permite que le eclipses, ten por seguro que es un ciprés. Besos, Campanilla.

    ResponderEliminar

Gracias por dejarme tu aleteo...